ESCULTURAS | EDUARDO
CHILLIDA
El escultor vasco
Eduardo Chillida (1924-2002) está considerado como uno de los más destacados
artistas del siglo XX. Sus comienzos en el arte de la escultura se remontan al
año 1948, cuando se trasladó a París, donde conoció a Julio González, Pablo
Picasso o Constantin Brancusi, entre otros. Empezó esculpiendo empleando yeso y
terracota y explorando en el campo de la tradición figurativa, pero cuando
regresó al País Vasco en 1951 fue cuando comenzó a dar forma a piezas más
próximas a lo que hoy se identifica como el legado de Chillida.
Su obra, impregnada
de un carácter muy arquitectónico, juega principalmente con las ventajas que
otorga el vacío, convirtiéndolo en un elemento integrante de la escultura, tan
importante como la propia pieza. El resultado son figuras de ángulos o
curvaturas imprevistas en las que se puede apreciar tanto la envolvente, como
la parte que queda abrazada por ellas.
Para la
elaboración de sus piezas, Chillida empleaba elementos y técnicas tradicionales
como la forja y el hierro, la cantera y la piedra, la ebanistería y la madera…
Pero también trabajó con hormigón o acero. Sus obras rezuman pureza, tienden a
la abstracción, pero, a la vez, crean espacios definidos fáciles de imaginar.