MUSEO DEL AGUA LANJARÓN | JUAN DOMINGO SANTOS
Juan Domingo Santos es un arquitecto atípico. Con
un discurso firme y bien fundamentado, busca hacer pensar a la gente, a la
sociedad. Colabora con el premio Pritzker Alvaro Siza, con quien recientemente
ganó el concurso para diseñar el centro de recepción de visitantes de la Alhambra, y a su vez es profesor
en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Granada. Su estudio se
encuentra situado en la torre de una antigua fábrica de Alcohol, y desde ella,
defiende su feudo hasta el punto de haber conseguido que lo declaren BIC.
El proyecto en el que se centra en este caso
Diedrica Blog es el del Museo del agua de Lanjarón. El lugar, conocido por su
manantial, contaba con una serie de construcciones vinculadas al agua como
molinos, pero en un primer momento, Juan Domingo Santos no vio dónde ubicar su
proyecto. Tras darle muchas vueltas, fijó su atención en un antiguo matadero
que se encontraba al lado del camino de acceso al paraje en donde se encuentra
dicho manantial. En un primer momento, las autoridades no vieron con buenos
ojos que se interviniese en aquel edificio, pero el arquitecto convenció no
sólo al alcalde, sino también al pueblo de Lanjarón para darle una vuelta de
tuerca al lugar. Se llevó a cabo un llamamiento para que todos participasen del
derribo, y cuando éste comenzó, aparecieron los restos de un antiguo molino que
sirvió de base para el futuro museo. La participación de las gentes allí hizo
que ese proyecto se convirtiera en parte de todos ellos, y el valor que adquirió
a partir de entonces fue determinante. Tras la rehabilitación de los restos
hallados y de la parte del matadero no derruida, haciendo predominar el color
blanco en su envolvente, tradicional en la región y en toda la costa
mediterránea, se llevó a cabo una nueva convocatoria para que los ciudadanos
aportasen documentación gráfica de Lanjarón y sus alrededores. De entre el
material recibido, cayó en manos del arquitecto una fotografía en la que se
apreciaba una pérgola llamada la Capuchina. Ésta sirvió de inspiración para un
volumen realizado en madera que presidiría el centro del conjunto. Este
volumen, de planta rectangular y de considerable altura, dotado de enorme
esbeltez y perfectamente integrado, estaba compuesto por toda una serie de
lamas que transmiten su compacidad, y en su interior, una lámina de agua que
hace referencia a la tradición del agua de la zona, diluye la materialidad.
El último punto en tratarse fue el acceso. Para
el mismo, Juan Domingo Santos aprovechó la caída de unos árboles como
consecuencia de un fuerte temporal ocurrido en aquel entonces (año 2008) y,
tras talarlos, se dio lugar a unos tocones que confeccionarían una especie de
manto que serviría como camino para acceder al museo. Un proyecto éste que se
fue realizando atendiendo a los condicionantes que fueron surgiendo,
resolviéndolos e integrándose no sólo con el paisaje, sino también con la
cultura y la sociedad del lugar.
Copyright Fernando Alda