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lunes, 27 de abril de 2015

MUSEO DEL AGUA LANJARÓN

MUSEO DEL AGUA LANJARÓN | JUAN DOMINGO SANTOS


Juan Domingo Santos es un arquitecto atípico. Con un discurso firme y bien fundamentado, busca hacer pensar a la gente, a la sociedad. Colabora con el premio Pritzker Alvaro Siza, con quien recientemente ganó el concurso para diseñar el centro de recepción de visitantes de la Alhambra, y a su vez es profesor en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Granada. Su estudio se encuentra situado en la torre de una antigua fábrica de Alcohol, y desde ella, defiende su feudo hasta el punto de haber conseguido que lo declaren BIC.

El proyecto en el que se centra en este caso Diedrica Blog es el del Museo del agua de Lanjarón. El lugar, conocido por su manantial, contaba con una serie de construcciones vinculadas al agua como molinos, pero en un primer momento, Juan Domingo Santos no vio dónde ubicar su proyecto. Tras darle muchas vueltas, fijó su atención en un antiguo matadero que se encontraba al lado del camino de acceso al paraje en donde se encuentra dicho manantial. En un primer momento, las autoridades no vieron con buenos ojos que se interviniese en aquel edificio, pero el arquitecto convenció no sólo al alcalde, sino también al pueblo de Lanjarón para darle una vuelta de tuerca al lugar. Se llevó a cabo un llamamiento para que todos participasen del derribo, y cuando éste comenzó, aparecieron los restos de un antiguo molino que sirvió de base para el futuro museo. La participación de las gentes allí hizo que ese proyecto se convirtiera en parte de todos ellos, y el valor que adquirió a partir de entonces fue determinante. Tras la rehabilitación de los restos hallados y de la parte del matadero no derruida, haciendo predominar el color blanco en su envolvente, tradicional en la región y en toda la costa mediterránea, se llevó a cabo una nueva convocatoria para que los ciudadanos aportasen documentación gráfica de Lanjarón y sus alrededores. De entre el material recibido, cayó en manos del arquitecto una fotografía en la que se apreciaba una pérgola llamada la Capuchina. Ésta sirvió de inspiración para un volumen realizado en madera que presidiría el centro del conjunto. Este volumen, de planta rectangular y de considerable altura, dotado de enorme esbeltez y perfectamente integrado, estaba compuesto por toda una serie de lamas que transmiten su compacidad, y en su interior, una lámina de agua que hace referencia a la tradición del agua de la zona, diluye la materialidad.


El último punto en tratarse fue el acceso. Para el mismo, Juan Domingo Santos aprovechó la caída de unos árboles como consecuencia de un fuerte temporal ocurrido en aquel entonces (año 2008) y, tras talarlos, se dio lugar a unos tocones que confeccionarían una especie de manto que serviría como camino para acceder al museo. Un proyecto éste que se fue realizando atendiendo a los condicionantes que fueron surgiendo, resolviéndolos e integrándose no sólo con el paisaje, sino también con la cultura y la sociedad del lugar.





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